La conversión de Clara hacia la vida de plena santidad se
efectuó al oír un sermón de San Francisco de Aís. En 1210, cuando ella tenía 18 años,
San Francisco predicó en la catedral de Asís los sermones de cuaresma e
insistió en que para tener plena libertad para seguir a Jesucristo hay que
librarse de las riquezas y bienes materiales. Al oír las palabras: "este
es el tiempo favorable... es el momento... ha llegado el tiempo de dirigirme
hacia El que me habla al corazón desde hace tiempo... es el tiempo de optar, de
escoger..", sintió una gran confirmación de todo lo que venía
experimentando en su interior.
Durante todo el día y la noche, meditó en aquellas
palabras que habían calado lo más profundo de su corazón. Tomó esa misma noche
la decisión de comunicárselo a Francisco y de no dejar que ningún obstáculo la
detuviera en responder al llamado del Señor, depositando en El toda su fuerza y
entereza.
Cuando su corazón comprendió la amargura, el odio, la
enemistad y la codicia que movía a los hombres a la guerra comprendió que esta
forma de vida eran como la espada afilada que un día traspasó el corazón de
Jesús. No quiso tener nada que ver con eso, no quiso otro señor mas que el que
dio la vida por todos, aquel que se entrega pobremente en la Eucaristía para
alimentarnos diariamente. El que en la oscuridad es la Luz y que todo lo cambia
y todo lo puede, aquel que es puro Amor. Renace en ella un ardiente amor y un
deseo de entregarse a Dios de una manera total y radical.
Clara sabía que el hecho de tomar esta determinación de
seguir a Cristo y sobre todo de entregar su vida a la visión revelada a
Francisco, iba a ser causa de gran oposición familiar, pues el solo hecho de la
presencia de los Hermanos Menores en Asís estaba ya cuestionando la tradicional
forma de vida y las costumbres que mantenían intocables los estratos sociales y
sus privilegios. A los pobres les daba una esperanza de encontrar su dignidad,
mientras que los ricos comprendían que el Evangelio bien vivido exponía por
contraste sus egoísmos a la luz del día. Para Clara el reto era muy grande.
Siendo la primera mujer en seguirle, su vinculación con Francisco podía ser mal
entendida.
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